Comentario
El baño caliente es, desde tiempo inmemorial, uno de los placeres más apreciados por los japoneses de todas las épocas. Tanto el cultivador de arroz más pobre como el acaudalado hombre de negocios se otorgan el placer diario de darse un baño de agua extraordinariamente caliente al final de la tarde. Lo más usual es utilizar un barril de madera en el que el agua se eleva hasta los 43 grados de temperatura gracias al calor que produce un fuego de carbón vegetal.
Antes de meterse al baño, la gente se lava y enjuaga completamente, disponiendo todo de forma que pueden después entregarse al placer y la relajación del baño. En éste se sientan en posición fetal, con las rodillas encogidas y el agua llegándoles hasta la barbilla.
En las ciudades y pueblos existen baños públicos, lo que reduce el coste de los mismos. En las piscinas, la gente se reúne no sólo para bañarse, sino también para charlar y relacionarse. En las aldeas rurales, el baño es preparado en el jardín de la casa por varias mujeres, siendo usado por turnos. El pudor japonés hace que el baño sea usado en solitario. En todas las casas, el uso del baño sigue un orden riguroso: invitado, abuelo, padre, hijo mayor, etc., finalizando con el criado más humilde. Tras el baño, lo habitual es reunirse y relajarse durante un largo rato, antes de la comida de la tarde.
Además del baño, muchos japoneses también suelen darse duchas de agua fría, con el objetivo de "endurecerse". Tradicionalmente, este ejercicio austero consistía en bañarse antes del amanecer en una cascada de un río de montaña. En la mentalidad japonesa, esto endurecía el cuerpo y la muerte del individuo, preparándolo para las duras pruebas de la vida. Por ello, era un ejercicio habitual de quienes aspiraban a desempeñar un trabajo duro y de responsabilidad, ante el cual se consideraban suficientemente preparados. Los sanadores, los músicos, los estudiosos de la caligrafía, etc. Consideraban conveniente darse un baño de agua helada al amanecer como parte de su entrenamiento. Habitualmente, se levantaban a las dos de la madrugada para ducharse a la hora "en que los dioses se bañan". Lo volvían a hacer al levantarse por la mañana, al mediodía y al anochecer. Igualmente el frío era considerado una herramienta de endurecimiento, y así las escuelas no tenían calefacción y se pensaba que los buenos estudiantes de caligrafía debían finalizar sus estudios con sabañones y los dedos agarrotados.